SAL.120

Hay un anhelo de felicidad puesto por Dios en nuestro corazón.
Es una alegre, confiada y activa en Jesús y María en las que las cosas adversas tienen que cambiar y las buenas mejorar es decir en la Salvación, no solo la Salvación Eterna sino también en los signos actuales de salvación como el amor, el auxilio que nos viene del Señor, apoyándonos no en nuestra fuerza sino en el auxilio del Espíritu Santo. Las promesas del Señor, sostienen la esperanza en las tribulaciones, muchas personas en el Antiguo Testamento mantienen y cultivan la esperanza del pueblo de Dios; mujeres santas como, Sara, Rebeca, Raquel, Débora, Ana, Judith, Ester, conservaron viva la esperanza de salvación, María aguardaba se cumplirían las promesas del Señor. Lc.1,38. En Jesús se cumple la esperanza de Israel en la Iglesia hoy. La esperanza está enraizada en la fe. Abraham creyó, “esperando contra toda esperanza”, la esperanza verdadera espera, donde humanamente nada puede hacerse. Dos ancianos que quieren engendrar y esa esperanza se ve colmada en Isaac y fue padre de muchas naciones. El, que tiene verdadera fe, sabe esperar pues conoce que nada es imposible para Dios. El transforma las peñas en manantiales de agua. El, realiza lo sobrenatural.